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martes, septiembre 16, 2008

Confesiones urbanas


Confesiones urbanas

El grupo BiNeural-MonoKultur inicia el sábado un nuevo experimento en distintos puntos de la ciudad.

El transeúnte podrá escuchar confesiones dentro de una casilla transparente.

Beatriz MolinariDe nuestra Redacción bmolinari@lavozdelinterior.com.ar

Algunos transeúntes desprevenidos encontrarán un objeto muy parecido a un confesionario, pero transparente y de color azul, en algún lugar de la ciudad. El artefacto en cuestión es el lugar donde se realiza Confesionarios, un nuevo experimento urbano del grupo de Ariel Dávila y Christina Ruf, denominado BiNeural-MonoKultur.

Ellos se proponen investigar realidad y ficción, los espacios urbanos, y toman a la ciudad como posible escenografía de algún hecho artístico: es decir, observan qué hay en la ciudad, sus detalles y sus historias para convertirlos en un hecho artístico.

El primer trabajo de estas características fue una intervención que realizaron como invitados de Stefan Kaegi en Berlín. Cuenta Christina que les tocó trabajar con un grupo de cazadores-músicos. Con algún punto de contacto con Torero portero (obra que dirigió Kaegi en Córdoba), la intervención en Berlín se realizó en la calle, frente a la fachada el Teatro Hebbel. Fue una performance y talk-show de cazadores berlineses.

De vuelta en Córdoba, estrenaron Audiotour, un recorrido por la ciudad, con trama policial, para un solo peatón que debía utilizar un walkman. El experimento también se hizo en San Pablo, San José de Rio Preto y Bertioga (Brasil). “En cada ciudad, la característica se convierte en una ficción”, dice Christina. En Rio Preto no hay monumentos, así que decidieron escribir la historia de un historiador que había perdido la memoria; en Bertioga, una ciudad de playa, el relato fue romántico, y en San Pablo, la obra se tituló La culpa la tiene Niemeyer! y se realizó en el centro abandonado de la ciudad. “Hay mucha gente que vive en la calle; el centro tiene un grado de abandono que lleva un par de décadas; es tierra de nadie. Recién ahora lo están recuperando, pero en una época, en la noche la gente lo tomaba. Trabajamos con un escritor sobre la historia de una chica del interior que sospechaba que su novio se había perdido en el centro”, comenta Ariel, quien en Córdoba aprovechó subsuelos, recovecos y lugares que conservan su misterio. En Bertioga trabajaron con los sueños. “Fue el primer fuerte portugués y el primer enfrentamiento entre indígenas caníbales y portugueses. Entrevistamos a comunidades indígenas. El lugar es más poético. Alguien va de vacaciones y de pronto se encuentra soñando el sueño de un indígena. Muy parecido a un cuento de Cortázar”, comentan. Relatos íntimos.


En Confesionarios, la idea es encontrar las voces de distintas partes de la ciudad. Esta vez, la intervención no se basa en la investigación de detalles, sino en la relación entre las personas y el espacio concreto; sus historias, y qué hacen ahí. “En cada lugar es diferente: el Mercado Norte tiene su clima, es como de otro tiempo; las voces son muy distintas de las del Buen Pastor o la plaza de la Intendencia”, apunta Ariel. El grupo eligió un espacio y luego tomó relatos de gente, captados en ese espacio. “No son confesiones como las de la iglesia. Son hechos íntimos, lo que les pasó; algo privado que se vuelve público. Otras personas escuchan eso en el confesionario, aunque no están encerradas ni protegidas. El confesionario es transparente”, explica Christina. “Trabajamos las ideas de lo público y lo privado, además de que le sacamos a la confesión el elemento pecaminoso, oculto. La idea es que puede confesar el lugar sobre sí mismo”, agrega Ariel.

El objeto confesionario está solo ahí, contrastando con el medio; descontextualizado, extraño. La persona entra, se pone los auriculares y escucha relatos que se van repitiendo, en una edición sonora de seis minutos. “Hay gente muy curiosa”, señalan. Dávila y Ruf comentan que en el Mercado Norte todos querían hablar. “Fue fácil encontrar historias; quizás porque no tienen un espacio donde contarlas. Fue mucho más complicado en la zona del Buen Pastor. Queríamos historias de gente que estuvo en la cárcel, pero hay más reticencia, sobre todo de presos políticos. Son más cuidadosos sobre qué cuentan y cómo lo cuentan. Además, hay situaciones legales. En la plaza de la Intendencia también fue difícil porque es un lugar más relajado. Hay historias románticas”, dice Dávila. “Debe de ser un lugar romántico”, apunta Christina, pícara. Confesionarios cuenta (igual que las demás obras del grupo) con los climas sonoros que compone Guillermo Ceballos. Para el guión, comentan algunas líneas de estudio: “Leemos las investigaciones de los situacionistas, también, de Walter Benjamin que toma a la ciudad como texto: a ver qué dice la ciudad. Los situacionistas tienen varios mapas, no sólo emocionales. Son distintos acercamientos al espacio urbano”, señalan. Mientras tanto, Córdoba, como ciudad, los sigue entusiasmando. “Hace 20 años que armo cosas y me sigue entusiasmando. Cuando uno vive en una ciudad, nos pasa con Audiotour, la mirada cotidiana no nos permite reparar en signos y detalles; o no entramos a algunos lugares. Este trabajo nos obliga a estar alerta. En Confesionarios, además, hay que escuchar, por ejemplo, qué le pasó una vez al que espera el colectivo en la parada”, concluye Ariel. Christina en la ciudad. Christina Ruf nació en Memmimgen, Baviera, al sur de Alemania. Además de un cordobés, le gusta la gente de Córdoba. “Es muy amable; tiene una mentalidad positiva. No quiero recaer en la idea de siempre, de que son graciosos, pero tienen un modo de llevar la vida más agradable, diferente del de otros lugares. Y son muy generosos, ¡me dejan trabajar acá!”, dice entusiasmada.

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